sábado, 28 de mayo de 2016

Si naciste líder, entonces lidera.


Dios te hizo para ser líder

Aún recuerdo cuando mamá me llevaba a clases de violín, quizás porque uno de sus sueños (de esos que toda madre tiene para con sus hijos) era que yo algún día fuera una intérprete reconocida. Hoy, después de muchos años, yo me encuentro en el mismo camino; llevando a mi hija a recibir clases de música sólo que a más temprana edad; pues a mi parecer, no le estoy privando de su infancia, ni apresurando su desarrollo, pues en mi hogar siempre tratamos de aprovechar el tiempo en algo positivo y productivo.
Constantemente me relaciono con jóvenes y adultos por las actividades en las que me encuentro involucrada y, cuando les pido que me apoyen en cierta actividad o tengan a su cargo una responsabilidad, suelo escuchar las frases: “para la próxima”, “no sé cómo hacerlo”, “me da miedo hablar con las personas” o en algunos casos suelen indicar a otra persona como el líder del grupo. Pocas veces suelen ellos mismos asumir el liderazgo, lo que me hace preguntarme ¿Por qué hay este tipo de respuestas por parte de algunas personas? ¿Qué pasó, si supuestamente hemos sido creados por Dios para enseñorear a su creación?
 


A mitad del siglo pasado empieza el estudio del liderazgo y la discusión si los líderes nacen o se hacen, buscando explicar cómo es que personas con ciertas características y/o habilidades llegan a dirigir grupos de personas, sea para un buen o mal fin, puesto que todo parte de decisiones individuales que van a tener repercusiones en la sociedad. Por lo tanto, es necesario hacer la diferencia entre líder, liderazgo y liderado.
Para Agüera (2004), líder es una persona con capacidad de influenciar en otros, pues va a ir dirigiéndolos y guiándolos hacia el logro de objetivos previamente trazados. A todo este proceso de influencia se le llama liderazgo, donde aquellas personas que van a ser influenciadas se les conoce con el nombre de: Liderados.
A fin de que exista el proceso de liderazgo, el líder debe tener características distintas a los demás, es decir habilidades o capacidades que le permiten destacar dentro de un grupo de personas. Esto porque aparte de ir dirigiendo, enseñando e influenciando, va a ir contagiando y motivando en el grupo, el deseo de alcanzar el objetivo propuesto. Bien lo dice Chiavenato (1999), el líder influencia en una determinada situación usando la comunicación humana efectiva, para llegar a alcanzar uno o varios de los objetivos trazados. Esto quiere decir que no se es líder en todo momento u ocasión, sino que dependiendo de la situación, circunstancia, tarea, problema u objetivo, habrá alguien que lleve el liderazgo, no siendo la misma persona en otra situación.
Desde que Dios creó al mundo y todo lo que incluye en él, decidió colocar al hombre como señor de todo lo que había creado, en Génesis 1:26 dice “…señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”, y lo reafirma en el versículo 28 del mismo capítulo. Por lo tanto, Dios dio la capacidad de ser líder a todo ser humano, porque fue creado a semejanza de Él (Génesis 1:27) y le dio la potestad de tomar posesión sobre todo lo que había creado, pues lo puso todo bajo los pies del hombre (Salmos 8:6).
El hombre al tener la capacidad de ejercer liderazgo, entonces tiene el poder de influenciar en las personas, pero volvemos a traer el concepto de Chiavenato: en determinada situación. Por eso, Dios entrego al hombre talentos, pero en su inmensa sabiduría entregó talentos  y/o dones distintos a cada persona, justamente para que sean útiles en las diferentes situaciones que podría afrontar el ser humano al relacionarse con otras personas. En 1 Corintios 12, Efesios 4 y Romanos 12, encontramos una lista de dones, que han sido entregados por Dios, para ser ejercidos en distinto momento. Entonces la pregunta es ¿si todos fuimos creados para ser líderes, porque no ejercemos en algún momento de nuestra vida, el liderazgo a través del don entregado por Dios?
En la Biblia tenemos el relato de Moisés, cuya madre tuvo que adoptarlo como hijo a fin de criarlo y prepararlo para la labor que en un futuro podría desempeñar, pues estaba segura que tendría una gran obra (White, 1957). La labor que la madre desempeñó fue de gran importancia, pues inculcó valores como, justicia, verdad, amor, habilidades y de manera especial reverencia y temor a Dios, esta última una característica que en muchos de los seres humanos falta, por lo cual pierden el enfoque de un correcto liderazgo y en lugar de ello influencian a su alrededor para descender. Para White (1957) “… la madre modela con sus manos el destino de sus hijos. Influye en las mentes y los caracteres, y obra no sólo para el presente sino también para la eternidad” (p.281). Cualquiera que lee la historia de Moisés, se dará cuenta que al inicio de su labor como libertador se niega ante tal labor encomendada (como lo haría cualquier persona ante una tarea desconocida), pero que finalmente termina aceptándola con todos sus desafíos. Moisés recibió una completa formación en su niñez y adolescencia (bajo la tutela de su verdadera madre y cuando vivía en el palacio real), tal es así que fue considerado grande por su grandeza intelectual y estuvo preparado como historiador, filosofo, poeta, general y legislador (White, 1957), es decir Moisés tuvo una formación en distintas áreas, fue preparado para que su liderazgo sea usado en distintas situaciones.
Cuando una mujer recibe la noticia que tendrá un hijo y éste ha sido esperado desde antes de su concepción, los padres empiezan a planificar como lo educarán, que tipo de educación recibirá, a que clases adicionales a las del colegio lo enviarán. Esto con la finalidad de formarlo e instruirlo en distintas capacidades, a fin de que tenga habilidades para afrontar las situaciones que se le puedan presentar en un futuro y en alguna de ellas ejerza su liderazgo, pues no basta con conocer, sino que lo realmente importante está en el ser y hacer.
La etapa de la infancia es la más importante, pues allí se forma el carácter y se siembran las semillas que más adelante darán fruto para bien o para mal. 
Hoy en día, muchos centros educativos han reconocido lo importante que es esta etapa y tal vez por permanecer ante la competencia educativa en el mercado, apoyan la formación en distintas áreas, por ejemplo: instrumentos musicales, idiomas, manualidades, oratoria, danzas, etc. Su currículo educativo incluye varios talleres con la competencia de lograr que el niño desarrolle distintas capacidades (conocimientos) para que un futuro pueda usarlos (habilidades), ejerciendo liderazgo en determinadas situaciones.
Desde que tuve aproximadamente 6 años, dejando muchas labores de casa, cada tarde posterior al colegio mi madre solía llevarme a clases de gimnasia, a fin de desarrollar una nueva capacidad en mí, sin obligarme o ejercer presión,  pues me gustaba. Los niños hasta los ocho o diez años “…no se les debe exigir que se apliquen con mucho tesón al estudio hasta que se haya echado un buen cimiento para el desarrollo físico” (White, 2014, p. 282)

En años posteriores tanto a mí como a mi hermano nos llevó a clases de flauta, violín y coro, y aunque ella esperaba que fuéramos grandes concertistas en violín algún día, creo que de esa manera contribuyó a complementar nuestra formación a temprana edad y logró que nosotros, sus hijos, podamos tener herramientas o habilidades para una situación futura. En el libro Conducción del niño, White (2014) hace mención que los niños necesitan estar ocupados en hábitos laboriosos, ocupaciones que sean útiles y placenteras, pues sólo así no estarán divagando en ociosidades o formando hábitos viciosos. 
Ya en la adolescencia, mi madre decidió que empiece a estudiar inglés, unos meses francés y aún así continúe con mis clases de violín; no nos negó la posibilidad de participar de paseos o viajes de estudio, campamentos, para ella el tiempo debía estar ocupado y eso es algo de lo que personalmente estoy agradecida, pues de esa manera ha formado mi liderazgo, el mismo que en determinadas situaciones puedo ejercer.
Mis padres hacían esfuerzos económicos para enviarnos a distintas clases de estudios y/o actividades que complementaran nuestra formación académica y liderazgo, más no descuidaban el aspecto espiritual, pues inculcaron en nosotros el temor y servicio a Dios.
Los padres deben buscar y perseguir una educación integral para sus hijos, educación de la que tanto se habla hoy, donde no solo basta el desarrollo de las facultades físicas, mentales, y sociales, sino que incluye el amar y temer a Dios, porque solo así se asegura una moral sana con una conducta correcta.
Y, ¿Qué hacer si los padres no cuentan con recurso económicos como para enviar a sus hijos a talleres o clases aparte del colegio?, pues deberían dedicar parte de su tiempo en la formación de distintas capacidades en sus hijos, como es: laboriosidad, utilidad, diligencia, perseverancia, abnegación, economía, ahorro, etc., todas estas lecciones de virtudes prácticas no requieren de inversión económica, más si de tiempo, paciencia, ejemplo, que finalmente ayudaran en la formación de liderazgo de sus menores hijos.

Desde muy pequeños, los niños pueden tener responsabilidades y divertirse haciendo tareas útiles, para Van Pelt (2005) esta labor debe empezar desde los 2 hasta los 7 años y debe realizarse con constancia. 
Finalmente, Dios nos llamó a todos a ser líderes, a ser cabeza y no cola, a estar por encima y no por debajo (Deuteronomio 28:13), a fin de que podamos ser útiles en determinadas situaciones tal y como fue el propósito al momento de crearnos.


Referencias Bibliográficas

Aguera Ibáñez, E. (2004). Liderazgo y compromiso social. México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Chiavenato, I. (1999). Introducción a la teoría general de la administración. Colombia: Mc Graw Hill.
Van Pelt, N. (2005). Cómo formar hijos vencedores. Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana.
White, E. G. (1957). Patriarcas y profetas. Colombia: Asociación Publicadora Interamericana.

White, E. G. (2014). Conducción del niño. Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana.

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